Las Misiones

Una de las más colosales obras evangelizadoras del mundo fue realizada por la orden de los jesuitas en Misiones.
Fue uno de los capítulos realmente únicos en la historia de la colonización, donde lograron la conversión y reorganización integral de las comunidades de los aborígenes guaraníes de todo el litoral y una integración cultural que no se repitió en todo el proceso de colonización de Las Américas.
De esta gran epopeya jesuítico-guaraní hoy queda el Corredor de las Misiones Jesuíticas, testimonios únicos en toda la Argentina que permiten conocer el pasado de una de las comunidades que mayor resistencia puso al avasallamiento y se convirtió en la más tenaz defensa contra los bandeirantes portugueses que entonces intentaban avanzar en esta franja de territorio continental.

Esta región atesora el mejor conservado testimonio de esa gran obra:

• San Ignacio Miní – Argentina
• Loreto – Argentina
• Santa María La Mayor – Argentina
• Santa Ana – Argentina
• Trinidad – Paraguay
• Jesús de Tavarengué – Paraguay
• San Cosme y Damián – Paraguay
• San Ignacio Guazú – Paraguay
• Sao Miguel das Missoes – Brasil
• Sao Joao Batista – Brasil
• Santo Angelo – Brasil
• Caaró – Brasil

San Ignacio Miní – Argentina

Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco
Las Ruinas de la antigua Reducción se encuentran ubicadas en pleno centro de la localidad de San Ignacio, (8.000 habitantes Censo Nacional 1991) a una distancia de 22 kms de Santa Ana y a 55 kms de la ciudad de Posadas, Capital de la Provincia de Misiones.
Esta Reducción fue fundada en 1632 y es la que en la actualidad se mantiene en mejor estado de conservación gracias a importantes trabajos de restauración que se llevaron a cabo en la misma. En su época de mayor apogeo esta Misión llegó a contar con 3.000 habitantes y su estrecha relación con el Río Paraná le permitió mantener un constante intercambio con las otras reducciones.
Surgió esta notable Reducción a principios de 1 610. Los misioneros fundadores de este pueblo fueron los Padres José Cataldino y Simón Massetta. En 1632, la población de San Ignacio Miní (pequeño) -llamado así para diferenciarlo de San Ignacio Guazú (grande) se ubicó sobre el actual Arroyo Yabebiry, a escasos km. de la localidad actual de San Ignacio y allí permaneció hasta junio de 1696, fecha en que se asentó definitivamente legua y media más arriba, y a tres del Paraná, en una región de suaves lomas y abundantes riachuelos.

Loreto – Argentina
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco
Las ruinas de Loreto están a unos dos kilómetros del camino que une los pueblos de Santa Ana con San Ignacio.
Las referencias históricas nos indican los nombres de dos Padres famosos que trabajaron en Loreto: el Padre Espinosa, uno de los primeros arquitectos de las misiones, y el Padre Ruiz de Montoya, héroe del éxodo.
La iglesia que el Padre Ruiz de Montoya construyó en Loreto era, según transcripción del Padre Furlong “de tres naves, tan bien hecha y tan alegre que no se podía pedir más…” Pero el gran arquitecto de Loreto fue el Hermano Brasanelli, que trabajó juntamente en estas obras y en las de San Ignacio.
La concentración de indígenas en las reducciones fue una tentación para los cazadores de esclavos portugueses, llamados bandeirantes o mamelucos. Hacia fines de 1631 los únicos pueblos que permanecían aún a salvo, conteniendo a gran parte de la población de los pueblos arrasados, eran San Ignacio y Loreto. El Padre Antonio Ruiz de Montoya tomó entonces la resolución de que los 12.000 guaraníes reducidos y concentrados en San Ignacio y Loreto abandonasen la región del Guayrá. El éxodo se inició a fines de 1631, llegando los emigrados a comienzos de 1632 a las costas del Yabebiry. En esta zona se reasentaron las reducciones de San Ignacio y Loreto.
Luego de varios traslados, en 1686 la reducción de Loreto se estableció en su sitio definitivo en el que hasta hoy perduran sus ruinas. La población llegó a su máximo nivel histórico en 1731, momento en que la reducción albergó a 7.000 habitantes.
A comienzos del siglo XVIII las reducciones de Loreto, San Javier y Santa María la Mayor, fueron sede de la imprenta de las misiones.

Santa María La Mayor – Argentina
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco
Esta Reducción fue fundada en el año 1636, durante el proceso de destrucción de los pueblos por las – malocas paulistas – por lo que se trasladó a su actual asentamiento en 1637.
Estaba en plena etapa de consolidación cuando sobrevino la expulsión de los Padres Jesuitas en el 1767.
Se presume que los sacerdotes tenían intención de construir una iglesia nueva a escala mayor. Los muros de la residencia de los religiosos, los talleres artesanales y el colegio están bastante conservados, a pesar del paso de los años y el avance de la selva. La existencia de una secuencia de plazas y plazoletas es una particularidad única en relación al modelo urbano de las demás reducciones.

Santa Ana – Argentina
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco
Santa Ana provenía de la región del Tape (Río Grande do Sul] donde había sido fundada en 1633. En 1638 emigró a las costas del Río Uruguay y en 1639 a las del Paraná. Desde allí se produjo su última mudanza al lugar actual en 1660, realizada por los Padres Romero y Agustín Contreras junto con 2.000 guaraníes de la primitiva Reducción.
Las ruinas de la misión jesuítica de Santa Ana están situadas a escasa distancia de la actual población misionera del mismo nombre, junto al cerro de Santa Ana que inicia por el lado sur las estribaciones montañosas del Imán. La zona es de colinas muy suaves y desprovistas de vegetación boscosa, a escasos kilómetros de la ribera del alto Paraná.
Este templo, con estructura de madera, tres naves, torres de mampostería, y media naranja, ha de haber sido un hermoso ejemplar de la arquitectura colonial jesuítica. Al referirse, el Padre Hernández, al estado de los pueblos de misiones a principios de siglo, habla de Santa Ana en estos términos: “Santa Ana tiene pueblo con 280 habitantes a los cuales hay que añadir 1.844 residentes en la campaña. Sus ruinas han tenido suerte análoga a las de Candelaria. No obstante se conservan algunas más, situadas en un bosque y naranjal, en la ladera de la colina, a distancia de un cuarto de legua del pueblecito actual. De la iglesia, apenas se conoce nada. Algo más ha quedado del colegio, en cuya entrada principal se conserva en pie una columna que suelen reproducir las fotografías de Misiones…”

Trinidad – Paraguay
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco – 1993
Las ruinas de esta Reducción son las más interesantes y sugestivas de todas. Trinidad fue fundada por indios que procedían del pueblo de San Carlos, en la actual Argentina. Sus arquitectos principales fueron los dos Hermanos jesuitas que ya conocidos: el milanés Juan Bautista Prímoli y el catalán José Grimau; y, después de la muerte de Prímoli, en 1747, probablemente los mismos Antonio Forcada y Juan Antonio de Ribera, que trabajaban en Jesús.
Jaime Oliver, que conoció todas las Reducciones en el momento de la expulsión, describió la iglesia de Trinidad como “la mayor y mejor de todas las Misiones; toda de piedra, con bóveda muy hermosa, con media naranja y linterna; todo con gran claridad, proporción y adorno; la fachada y torre son cosa soberbia. Concluido todo hubiera sido obra sin igual en toda aquella América y muy envidiable aun en las principales ciudades de Europa”.
Trinidad nos muestra los restos tristes de lo que aparecía a sus habitantes el momento cumbre de la “república jesuítica-guaranítica”.
Un pastor protestante escocés, William Robertson, que visitó las Reducciones 50 años después de la expulsión de los jesuitas y había hablado con muchos guaraníes sobrevivientes, escribió así: “Lamenté, ante la tristeza, despoblación y decadencia, que los jesuitas ya no estuviesen allá. Hubo en tiempo de ellos industria, aumento de población y de riqueza; relativa comodidad, disciplina y regularidad. Todas estas cosas se habían desvanecido en la época de mi visita.

CARACTERÍSTICAS ACTUALES: Plaza Mayor – Iglesia en funcionamiento con tallas de la época – Sacristía – Colegio único en dos plantas, en restauración – Claustros en restauración – Segunda Iglesia con testimonios arqueológicos – Museo Lítico en restauración – antiguo observatorio astronómico reloj solar construido en 1632 marcando todavía las horas.

Jesús de Tavarengué – Paraguay
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco – 1993
Si Encarnación es la única Reducción del Paraguay en la que no queda nada absolutamente del período jesuítico, en cambio Jesús no es precisamente una “ruina”. Más bien es una Reducción incompleta, mal acabada. Desde este punto de vista puede ser la más interesante de todas.
Aquí podemos ver una iglesia típica de una Reducción en el proceso de construcción, tal como si estuviéramos en el Paraguay en el momento de la expulsión de los jesuitas. El pueblo de Jesús fue fundado en 1665 en el Monday y conoció tres migraciones antes de llegar a su actual emplazamiento. En 1691 se trasladó al Río lbarety, a unos 25 km del Río Paraná, y después pasó al Río Mandisoví.
Después de la expulsión, el Administrador prometió que los indios harían que en “todo este año venidero quedará a punto de finalizarse” (fue en el año 1776).
Sin embargo, 20 años más tarde, el Obispo Velazco dijo que la iglesia “está ya a concluirse”. De hecho nunca esos sueños y promesas se realizaron.
La arquitectura de Jesús parece enormemente interesante, variada, bastante distinta de otras iglesias sudamericanas. Es la mayor reducción en Paraguay y exhibe las paredes de la imponente catedral que medía 70 metros de largo por 30 metros de ancho, con el pórtico casi intacto.
Hablando de Jesús del Tavarangué, Hernán Busaniche concluye: “Debemos señalar que es la única obra de las misiones que revela claramente en sus detalles el estilo hispánico, en sus bellas portadas del frente y de las sacristías”.
No es sorprendente, dado que los tres arquitectos fueron españoles, mientras que en otra, frecuentemente fueron italianos. Busaniche añade: “Por su magnitud y la riqueza de sus detalles hubo de ser, con Trinidad, San Ignacio Mini y San Miguel uno de los cuatro templos monumentales y una de las joyas de la arquitectura jesuítica-guaraní.

San Cosme y Damián – Paraguay
Como tantas Reducciones, ésta estuvo radicada en varios sitios. Fue fundada en el norte (en actuales tierras brasileñas) en el año de 1632. Luego pasó a tierras hoy argentinas, hasta ubicarse definitivamente en 1740 al norte del Paraná en donde se encuentra hoy y el nombre que lleva es en honra a dos Santos hermanos.
El arquitecto Hernan Busaniche, que admite que es un ejemplar de los más pobres en valor artístico de las Misiones, considera a San Cosme de “innegable valor”. Cuando la visitó, le pareció “la única Reducción que aún está en pie del único pueblo, que conserva sus techos, aunque en cierta parte derruidos”.
Sugiere que “cerrando un poco los ojos al desquicio y al abandono frente a San Cosme, tenemos la impresión de estar tres siglos atrás, en una población jesuítica de guaraníes”.
Hoy en día, a pesar de parecer menos “romántica”, la Reducción sigue siendo interesante.
Una parte del templo pereció en un incendio; otra parte es utilizada como iglesia, recientemente bien consolidada. Dentro de la Iglesia hay varias estatuas (de los mellizos Santos Cosme y Damián, por supuesto, pero otras también), que valen la pena admirar. Sin embargo, quizás más interesantes sean las partes del “colegio” bien conservadas. Al final de las aulas-talleres existen lo que parecen canales para desagüe. Las columnas monolíticas poseen cierto interés. Existen también dos fuentes o pilas bautismales talladas en piedra, arrumbadas cerca del reloj de sol. Este reloj es interesante, irónicamente, como el único recuerdo de que San Cosme fue un gran centro astronómico, conocido incluso en Europa.
Evidentemente, los instrumentos del Padre Buenaventura Suárez (oriundo de Santa Fe, Argentina) desaparecieron al tiempo de la expulsión.
Da nostalgia recordar aquí que el P. Suárez tenía correspondencia con astrónomos de varias partes del mundo.

San Ignacio Guazú – Paraguay
San Ignacio Guazú, llamada así para distinguirla, como mayor de edad, de la Reducción de San Ignacio Miní, actualmente en la Argentina, fue fundada por primera vez como pueblo (pues se cambió de lugar tres veces) el 31 de enero de 1610, por lo padres Marcial de Lorenzana y Francisco de San Martín, que habían sido invitados por el famoso cacique Arapizandú. Luego en 1677 fue trasladada a su actual asentamiento, sobre una moderada colina cubierta de grandes bosques.
Ahí se dio inicio a la construcción de la vivienda primitiva de los religiosos jesuitas (actual Museo Jesuita), la iglesia y las casas de los indios guaraníes. Estas obras fueron dotadas con el servicio de agua corriente, con una fuente de agua frente a la iglesia. San Ignacio (Misiones) fue la primera Reducción jesuítica fundada en la región de los ríos Paraná y Uruguay, o sea la base fundacional de todas las demás reducciones del sur.

Verdadera Obra de Arte
El templo construido, con mano de obra de los indios, por los jesuitas en San Ignacio y que tuvo como párroco a San Roque González de Santa Cruz, era fastuoso. Luego de la expulsión de los jesuitas del Paraguay en el año 1768, por orden del Rey Carlos III de España, aunque no inmediatamente, las reducciones empezaron a hundirse. Abandonadas y sin el cuidado que le daban sus creadores, las construcciones y las obras talladas en madera fueron deteriorándose. Ya en el año 1933, los jesuitas volvieron a San Ignacio Guazú y durante mucho tiempo vivieron en los restos del antiguo Colegio, edificio que también sirvió como taller de aprendizaje para los guaraníes, pero todo ya fue diferente, los tiempos habían cambiado. La población ya era homogénea y solo quedaban algunos grupos de indígenas.

Sao Miguel das Missoes – Brasil
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco – 1993
Al otro lado del Río Uruguay, en Brasil, existen las ruinas de los “Sete Povos” (Siete Pueblos). Fueron los Padres de la Compañía de Jesús los primeros colonizadores de esta región que fueron destinados a la conversión de los indígenas de la América del Sur. Los llamados – Siete Pueblos de las Misiones forman parte del conjunto de Treinta Pueblos Guaraníes que se establecieron en tierras del actual Paraguay, Argentina y Brasil, a partir del inicio de 1600, sobre la éjida de la Compañía de Jesús. Los Siete Pueblos estaban en el actual territorio de Rio Grande do Sul y tuvieron su inicio con la primera reducción – San Nicolás – fundada en la margen izquierda del Río Uruguay en 1626, por el Padre Roque Gonzalez de Santa Cruz, posteriormente abandonada en 1637. El Padre Cristobal de Mendoza fundó San Miguel de Arcangel, en 1632, a orillas del Río Ibicuí.
En 1687, para posibilitar la expansión de sus plantíos, fijáronse en el delta del Río Piratiní, en el sitio donde están las ruinas de ese pueblo.
San Miguel Arcangel vivió su apogeo en la primera mitad del Siglo 18, período en que se dio la construcción de la Iglesia, llegando la población a 6.000 habitantes. Durante casi todo el Siglo 19, la decadencia de San Miguel se acentúa. Solamente a partir de 1930 este proceso es invertido, cuando el Gobierno del Brasil se vuelca a la preservación de este importante testigo de la Historia.
Dentro de las obras arquitectónicas misioneras, el nombre de San Miguel Arcangel marca una de las cumbres del esfuerzo jesuítico. Sus ruinas, son las “más importantes del grupo de Río Grande do Sul (Brasil) y constituyen, con las ruinas argentinas de San Ignacio Mini, y con las paraguayas de Trinidad y de Jesús, la expresión más alta de una arquitectura colonial de auténtica raíz americana.

Sao Joao Batista – Brasil
Localizada hoy en el Municipio de Entre-Ijuis, la Reducción fue fundada en 1697 por el Padre Antonio Sepp y fue la primera fundición de hierro de los Treinta Pueblos. También este lugar poseía los mayores corales misioneros. La orquesta del Padre Sepp estaba formada con instrumentos elaborados en la propia Reducción y es considerado como el mayor acervo arqueológico de Brasil.

Santo Angelo – Brasil
Patrimonio Cultural de la Humanidad Unesco – 1993
La capital de las Misiones es el principal polo receptivo de turistas de las Misiones Brasileñas. Es una ciudad con mucha historia y un espíritu misionero inconfundible en todo el mundo. Las reducciones de Santo Angelo Custódio, la última a ser fundada de los Siete Pueblos de la Banda Oriental del Uruguay, estuvo entre el 12 de agosto de 1706 hasta el año siguiente 1707, instalada en el margen izquierda del Río Ijuí Guazú – actual Ijuí Grande – que, según algunos historiadores ese lugar debe encontrarse después de tres siglos mas tarde, dentro del área urbana de la nueva y actual ciudad de Entre-Ijuís. Su fundador, el Padre Diogo Haze, belga de nacimiento, allí llegado a Concepción (Paraguay) con 740 familias guaraníes en la época de las inundaciones y como no encontró una manera de pasar las fuertes correntadas de las aguas, allí dejo las bases de ese nuevo pueblo misionero, en ese lado del río.
Aún con una estructura semejante a las demás reducciones, con excepción de la Iglesia cuyo frente esta orientado hacia el Sur, cuando las otras Iglesias eran orientadas hacia el Norte, el pueblo de Santo Angelo Custodio prosperó mucho económicamente, transformándose en la época en el mayor productor de yerba mate y el más rico de los Siete Pueblos. El derrocamiento del séptimo pueblo de las Misiones Orientales del Uruguay se da en verdad, por las mismas causas de los otros seis: el litigio formado con la demarcación establecida con el Tratado de Madrid, del 15 de enero de 1750, y sus consecuencias políticas.

Lugar de la muerte de los Santos Padre Roque Gonzalez y el Padre Alfonso Rodriguez, lugar de oración y de grandes milagros, siendo visitado por millares de fieles y turistas. Para recordar la triste historia del Padre Roque Gonzalez, nacido en Asunción y criado entre los guaraníes, paradigma de lo que fueron los padres misioneros.
Su profundo conocimiento de la lengua y de la psicología de ese pueblo lo llevaron a domesticar a los indios guaycurúes, tribu guerrera que asolaba la ciudad. Roque construyó asentamientos en ambas márgenes del río, hoy las ciudades de Encarnación en Paraguay y Posadas, en Argentina. A pesar del duro trabajo y de la terrible soledad, el rostro alegre del Padre Roque deslumbraba a indios y españoles por igual. Era arquitecto, predicador y maestro, pero pagó con su vida la razón de sus creencias y de su esperanza. Algunos indígenas, envidiosos de su elocuencia y de su poder, alimentaron el descontento y el odio entre los demás y urdieron un plan para matarlo.